¿Podemos comprender nuestro destino personal sin considerarnos emergentes de un proceso colectivo, sin sentirnos parte de una búsqueda compartida que nos convoca a ensayos y a permanentes revisiones de nuestros patrones, deseos y fantasías?
Al hacer cartas natales nos encontramos con temas recurrentes en las entrevistas, por ejemplo resolver la relación de pareja o atravesar las crisis matrimoniales coincidentes con la adolescencia de los hijos. Estas temáticas las vivimos como «mi» dificultad con los vínculos o la de «mi» pareja, Lo percibimos como un problema individual, íntimo.
A su vez, cuando compartimos espacios de reflexión sobre la crisis de la estructura familiar, los nuevos roles femeninos – masculinos o los cambios económicos en el mundo globalizado, lo hacemos en un tono distante o teórico de forma tal que no registramos el modo en que estamos implicados directamente. Los acontecimientos y los procesos de transformación planetaria son atribuidos a una entidad impersonal: lo «colectivo».
Ahora bien, ¿estos temas son sólo problemas personales? ¿nuestros deseos no implican a otros que forman parte de la misma búsqueda colectiva? ¿es posible satisfacer nuestros anhelos afectivos en esta transición planetaria? ¿podemos resolverlo solos?
Astrológicamente, ¿hemos reparado en el hecho de que existen millones de seres humanos que en la segunda parte del siglo XX convivieron con el pasaje de Plutón Urano y Neptuno por los signos de Libra y Escorpio? Estas posiciones marcan una profunda necesidad de redefinir el encuentro, el vínculo amoroso y el intercambio de energía con el otro polo.
Por ejemplo, uno de los procesos recurrentes es la desilusión respecto del amor idealizado de los neptuno en libra durante los tránsitos sucesivos de Urano y Plutón en libra, encarnados en las posiciones natales de sus hijos (con Urano o Plutón en este signo), que vivieron y acompañaron a sus padres en los divorcios y la resignificación de los encuentros amorosos; y quienes a su vez expresan éstas marcas psíquicas – energéticas a la hora de generar sus encuentros.
Este ejemplo nos pone en contacto con la medida en que nuestros dolores y anhelos «íntimos» están inscriptos en el viaje de la conciencia de la humanidad que nos constela. La experiencia de aquellos que vivimos con la astrología nos obliga a vincular el macrocosmos con el microcosmos. El yo en lo colectivo. Este es un trabajo vivencial en tanto se nos hacen evidentes las conexiones de nuestros propios dramas personales con el contexto. Nos compromete a ahondar en una percepción que enlace lo personal con lo colectivo.
El individuo y su vinculación con el contexto
La idea de individuo surge como categoría perceptiva en la modernidad. La percepción de la conciencia propia, profundiza un proceso de diferenciación con respecto a los otros y al mundo que nos rodea.
Esta inquietante y maravillosa relación entre la parte y el todo ha sido explorada desde múltiples disciplinas, la biología, la física y química han posibilitado descubrimientos espectaculares para pensar la energía, modificando posturas epistemológicas. La psicología ha introducido categorías de análisis fundamentales y muchos pensadores y filósofos han hecho contribuciones significativas en esta materia.
La astrología, entre ellas, es un lenguaje que concibe a la conciencia en su contexto, situada y en red, es decir en una trama vincular. A la vez que da cuenta de la función solar como fundamental para la creatividad personal y la singularidad, la enmarca en un juego relacional y reticular que obliga a resignificar la idea de centro como individuo aislado (concepto que surge de separarse del clan o luna).
Sabemos que para ingresar a la era de acuario -recordemos que es conciencia de constelación-, el primer paso es leo, el desarrollo de la individuación y la función solar. Este complejo proceso en el cual las identidades solares -y en términos esotéricos las personalidades integradas- se desarrollan, ha implicado sincrónicamente una creciente disociación y una altísima fragmentación entre el «yo» y el contexto -tanto vincular como ecológico- en el cual esta singularidad se manifiesta.
Durante esta fase de hipervaloración del individuo, lo colectivo queda inscripto como destino. Nos ubicamos como un «yo» que se las rebusca para dar respuestas a «circunstancias externas». Sincronicamente damos respuesta a infinidad de situaciones en la búsqueda de satisfacción del deseo personal, y así construimos y reforzamos patrones arquetípicos vinculares. ¿Percibimos nuestra participación en el viaje colectivo?
Podemos reconocer un primer paso en enlazar lo individual con lo colectivo, cuando decimos que somos seres vinculares, que el otro juega mis energías en sombra por destino, y que yo le juego sus energías en sombra al otro. Pero estas consideraciones aun parten del «yo» y ubican al otro como reflejo de mi energía no introyectada. ¿Es ésta una perspectiva suficiente? ¿alcanza para dar cuenta de la red vincular?
Para profundizar este proceso es necesario concebir la función solar no solo como discriminación (del clan, nación, familia, origen -luna-), o sea individuo que se aísla, sino como parte (de la red acuariana). Para vibrar en otro nivel es clave comprender la individuación como base y emergente de la era de acuario, y a la trama colectiva como sustancia generadora del individuo.
El rol de los planetas generacionales – transpersonales: el sujeto colectivo
Es impactante observar que todas las personas que hoy tienen entre 26 y 79 años, al menos la mitad de los humanos que viven actualmente en el planeta forman parte de estas generaciones con una secuencia temática en libra y escorpio (todos los nacidos entre 1942 y 1995).
¿Será que este grupo de humanos tenemos el desafio de concebir el vínculo (los intercambios de energía entre humanos, entre varones y mujeres, y con el contexto planetario), en una nueva modalidad que habilite una sensibilidad acuariana?
Nacemos en un tiempo y un espacio determinado que compartimos con muchos otros individuos. Cada generación porta combinatorias específicas con su correspondiente circulación de energías y posibles alquimias. Recorre los temas que se van presentando, con mitos propios, deseos, anhelos y sobre todo, formas diferentes de sentir el mundo. Teje en una dirección específica.
Aun no sabemos dimensionar en que grado somos partícipes en nuestra vida cotidiana de la generación a la que pertenecemos. Esta inscripción nos genera una fuerte resistencia, en principio nos hace conscientes de la finitud, y en esta dimensión, es también un límite al «yo». A su vez, denominar «transpersonales» a ciertos planetas, la cual es una definición centrada en lo personal, facilita olvidar la propia inscripción en los procesos planetarios.
Ser individuos contextuados, entramados, es asumirnos como protagonistas de un tiempo, en el devenir de la especie. Los planetas generacionales -como prefiero llamarlos en tanto definen propositivamente su función colectiva- dan cuenta de esta inscripción temporal.
La trama global y su articulación con el individuo
Concordante a esta concepción del individuo, en la génesis de la astrología mundana, se utilizaba el análisis de la carta natal del rey, dando cuenta de que el destino del rey era el del reino. Posteriormente, su correlación natural ha sido analizar las cartas natales de las naciones, identificando entonces sujetos colectivos.
Pero este análisis en el presente resulta insuficiente, ya que el proceso de globalización desdibuja la organización político-administrativa de la nación como sujeto que de cuenta de las múltiples dimensiones de manifestación de la energía.
El planeta se convierte en una red a través de la cual somos afectados por todo lo que sucede en cualquier parte del mundo, (desde el SARS o el SIDA, hasta las crisis financieras e internet) y en el que aquello que hacemos también puede llegar a cualquier lugar del mundo.
Estas experiencias manifiestan una incidencia de inesperada potencia de la era acuariana, que sacuden a la «conciencia canceriana» (nación, hermanos de sangre, religión e historia compartida). Nuevamente estamos forzados a rediseñar el vinculo con «otros» culturales que están mucho mas presentes en nuestras vidas, ¿no es la ruptura de los modelos vinculares heredados la primera fase?
La globalización nos pone hoy frente a la evidencia en una nueva dimensión de aquello que la astrología porta como su saber originario: somos seres vinculares. Y hoy, esta vincularidad, expandida al planeta entero nos muestra que «nuestro» viaje vital y de conciencia es un aspecto de un viaje «colectivo» de la conciencia de la humanidad.
La exploración de estos aspectos del viaje y destino de la conciencia colectiva (y de las formas materiales que esa conciencia genera) nos impacta al revelarnos aspectos profundos de nosotros mismos (pertenencias inesperadas). Al mismo tiempo que nos acercamos a la comprensión de la experiencia colectiva de cada generación nos recentramos en el modo en que cada uno atraviesa, desde su propia subjetividad, esta experiencia y este desafío común.
Nuestra «arca de Noé» es el planeta entero. Ya nos resulta evidente que no hay lugar «a salvo» dentro del planeta aislándonos de los demás. Esta indagación sobre los modos en que diferentes generaciones llevaron adelante diferentes aspectos de este viaje de la humanidad nos resulta enriquecedora, no solo por la comprensión que nos da de los sucesos compartidos (política, economía, cultura, arte, etc.) ni por lo que nos enseña sobre nuestra propia subjetividad, sino por el modo en el que afecta profundamente nuestra manera de percibirnos. No ya como «individuos» con un «mundo interior» afectados por los «sucesos» del «mundo exterior» sino comprendiéndonos profundamente como seres relacionales. Esta experiencia nos sirve para revelarnos que no somos espectadores sino partícipes de este viaje, y cuáles son los modos específicos en que lo somos.
Esto no solo nos convoca a repensar en -el ingreso a la era de acuario- como se presentan hoy «la parte y el todo» sino a registrar el grado de contradicción que implica pensarnos como individuos descontextuados. Es necesario modificar la noción clásica de sujeto, en tanto corte dual entre el uno y el todo, o la parte y el todo. Por este motivo hacer astrología mundana es hoy un desafío muy importante.