por Fran Stella

No es fácil encontrar palabras adecuadas durante Piscis. El tiempo se desordena y la vida se sustrae de la ilusión de flujo lineal que casi nunca muestra fisuras. En un momento en que somos convocadxs a agotar el excedente de sensaciones, ideas y experiencias del año que se cierra, quizás la Luna Llena sea una invitación a performear un ritual de limpieza.

Un ritual Virginiano de ir recorriendo un camino en círculos concéntricos cada vez más pequeños, como si fuéramos el remolino de una bañera que se está vaciando. A la simpleza con que muchas veces hablamos de “soltar”, acercarle la difícil tarea de limpiar la panza de emociones volviendo a pasar por experiencias que nos las gatillan, hasta que hayamos estrujado la última gota de líquido de la esponja que fuimos este año.

Un ritual probablemente no tan divertido como podemos imaginar en un primer momento, pero fundamental en el ordenamiento de las cosas. Solo así es posible vislumbrar la relación estructural entre el agotamiento del momento Piscis y la purga de la panza en un sentido muy amplio y en continuidad con lo que el ciclo lunar viene desplegando: con la Luna Llena en Cáncer descubrimos un núcleo afectivo que da forma y estructura, con la Luna en Leo le pusimos nombre y nos enteramos de qué manera eso nos diferenciaba.

Es momento de limpiar la panza para que siga encontrando el lugar preciso que le corresponde en nuestro sistema pero no simplemente porque querramos “expulsar”: es lo que pasa en el proceso, la capacidad de distinguir cada emoción, cada experiencia vivida y ordenarla en nuestros archivos internos para que nos sirva de catálogo para el futuro.

Poco sabemos sobre lo que nos depara, pero eso no impide que podamos tener una caja de herramientas bien equipada y ordenada.