Revisando las surcos arquetípicos a partir de los atentados a las torres gemelas
“Otras facetas del enigma inquietan a Ryan. Son de carácter cíclico: parecen repetir o combinar hechos de remotas regiones, de remotas edades… Esos paralelismos de la historias de César y de la historia de un conspirador irlandés inducen a Ryan a suponer una secreta forma del tiempo, un dibujo de líneas que se repiten”.
Jorge Luis Borges. Ficciones “El tema del traidor y el héroe”
Despertamos el 11 de septiembre, como todos los martes, dispuestos a realizar nuestras actividades habituales, pero irrumpió en nuestra rutina una imagen muy potente, atentando contra la sensación de “normalidad”. Las diversas emociones que generó este hecho nos tuvieron conmovidos durante las siguientes semanas.
El peso simbólico de éstas imágenes nos convoca a hacer una reflexión astrológica, observando el proceso energético que se está expresando a través de esta escena. Como toda manifestación de la energía en la que está involucrado un planeta transpersonal, nos genera una vibración intensa que a su vez nos hace reaccionar, dejando en evidencia los habituales patrones arquetípicos de respuesta. Es por esto que observar este momento y su contexto puede ser relevante, ya que es, por su potencia, un desafío para la humanidad en su conjunto.
Los objetivos elegidos fueron de un alto nivel simbólico: el sistema económico -Torres Gemelas- y el sistema militar -Pentágono-. Dos emblemas de Saturno, quien representa a la civilización y el consiguiente sistema de autoridad que los seres humanos hemos construido. El hecho se corresponde a nivel planetario con la oposición Saturno-Plutón en el cielo. Hay un enfrentamiento entre dos energías que la humanidad está transitando. Ésa es la “batalla”. El encuentro entre planetas en el cielo presenta un tiempo para replantearnos el vínculo entre ambos; la respuesta dependerá del nivel de vibración de la humanidad frente a esta temática.
El aspecto Saturno-Plutón
La función de Saturno es limitar y estructurar. La ley es entonces el “código” a partir del cual construimos nuestra civilización. La función de Plutón -dios de los infiernos, que representa la muerte- es liberar la energía contenida en la forma y así generar procesos de transformación. Refiere tanto a la manera en que los seres humanos manejamos el poder como a la manifestación de pulsiones destructivas.
La construcción del poder, la transformación de la autoridad, el límite a la potencia destructiva, son algunos de los ejes temáticos inherentes a este aspecto. La lógica de la polaridad de este vínculo implica dos movimientos conjuntos:
1- Plutón a Saturno:
Se evidencia la dimensión destructiva u oscura que este sistema de autoridad genera. Aquí aparece la necesidad de transformar la manera en que construimos autoridad y ley. Aquello que era vital pasa a ser inhibidor u opresor, por lo que debe ser transformado para que se purifique y se regenere. Recordemos una función que expresa muy gráficamente los procesos plutonianos: el aparato excretor.
2- Saturno a Plutón:
Aquí aparece la necesidad de limitar, organizar y estructurar las pulsiones destructivas. Legislar el tema del poder en sus múltiples manifestaciones. Construir formas sólidas que permitan dar coherencia a las fuerzas transformadoras del planeta. Responder constructivamente a los conflictos manifiestos.
Nuestro razonamiento astrológico parte del supuesto que un desequilibrio o descompensación de cargas entre dos energías genera escenas. Cuando éstas no son deseadas, no son previstas, o en menor medida presentan niveles o magnitudes inesperadas representan lo que llamamos sombra de la conciencia y las denominamos “destino”. Es en esta lógica que concebimos que estas escenas simbolizan un “mensaje” para la conciencia . El simbolismo del lenguaje astrológico nos hace visibles los nexos entre diferentes manifestaciones de la energía.
Para enmarcar la comprensión cabal del aspecto no podemos obviar un análisis del contexto planetario más amplio en el que este acontece -que profundizamos en el final de la nota-. En los apartados siguientes, analizaremos brevemente el proceso que la humanidad viene desarrollando frente a esta vibración, y las dificultades de los patrones arquetípicos de respuesta.
La civilización que venimos construyendo
La anterior conjunción -momento de inicio del ciclo- que vio completadas sus fases, sucedió en 1947. Entonces se comenzó a construir el mundo de posguerra -la nueva composición del mapa del poder- en el marco de lo que se llamó la “guerra fría”, dentro del cual surgió la organización de las Naciones Unidas, y nació el estado de Israel, entre otros.
Este inicio desembocó en la oposición -fase de ver al otro polo y repolarizar- en 1965. Hechos como la guerra de Vietnam y la beatlemanía, junto al surgimiento del hippismo como movimiento contestatario al sistema, son elocuentes paralelos al momento actual.
La última conjunción Saturno – Plutón que conlleva a la actual oposición fue en el año 1983. La década del 80 dio lugar a profundos cambios, entre los que podemos recordar: la larga crisis en los países del bloque comunista que terminará con la caída de los regímenes de Europa del Este, el crecimiento abrupto de la tecnología que se ve acompañado por órdenes de tipo neoliberales para garantizar su desarrollo, la “democratización” de las naciones latinoamericanas y el problema de la “deuda externa”.
En 1993 se produce la cuadratura creciente –fase en que se define una primera forma de este ciclo-. En esta década el sistema sufrió cambios significativos. El fin de la guerra fría desarticuló las normas e instituciones que sustentaban un orden determinado de las relaciones en el planeta. El polo “ganador” del orden anterior, se constituyó en la “nueva autoridad” del sistema. Esta nueva forma puede observarse claramente manifiesta en el complejo fenómeno que comúnmente llamamos “globalización”, el cual ha generado en su desarrollo una línea divisoria entre aquellos que quedaron dentro y aquellos que quedaron “afuera”. La exclusión se convirtió en la contracara del mundo globalizado.
No olvidemos, entonces, que la actual oposición Saturno-Plutón se da en este marco. Es un tiempo para ver lo que no fue tenido en cuenta en la primera forma y que la complementa. Suceden hechos en que aparece el “otro polo”. Es la oportunidad de incluirlo y así revitalizar la circulación de energía del sistema. Pero la dificultad de esta fase consiste en que implica un “giro”, una repolarización de la dirección actual. Si este “giro” no se produce se intensifica la tensión entre los polos. A lo largo de este año se han manifestado en todo el planeta escenas que expresan claramente la dinámica de esta temática.
Entre otras, la imposibilidad de firmar el pacto de Kyoto (para evitar el calentamiento del planeta), el fracaso de la convención anti-racismo en Sudáfrica, los frustrados intentos de paz entre Israel y Palestina son algunos indicadores. En nuestro caso, la crisis económica aparece como consecuencia de la lógica del sistema económico-financiero vigente.
Al mismo tiempo, se intensifican las acciones de los grupos antiglobalización que tienen la característica de ser “los denunciantes internos” de la sombra del sistema; dato significativo porque se dan dentro mismo de las naciones hegemónicas. El discurso de estos grupos no identificados con un país o religión determinada (ciudadanía global), es: “Hay que transformar este sistema”. ¿Qué pasó cuando se reunieron los mandatarios de las potencias en Génova? La policía (figura saturnina) produjo la muerte de uno de los manifestantes.
Cabe preguntarnos: ¿Estamos respondiendo con flexibilidad en un momento que pide un giro de dirección? ¿Estamos siendo capaces de incluir aquello excluido del sistema?
Plutón como destino
Incluir al “otro polo” es una de nuestras grandes dificultades. Nuestra inercia es poner lo “negado” afuera y no hacernos cargo. Esto, como dijimos, genera destino. Veamos escuetamente el proceso que la conciencia de la humanidad viene realizando para registrar Plutón.
Durante la Guerra Fría, para occidente, estaba cómodamente proyectado en la figura de la Unión Soviética que encarnaba un proyecto distinto de organización social. La “amenaza comunista” dio lugar a la política de “contención”, la cual consistía en crear barreras geográficas para evitar la expansión del enemigo -claro ejemplo del supuesto de que una “pared” puede detener al demonio-. El proceso de “demonización” implicó convencer a la opinión pública de la maleficencia del otro polo, sin la cual no podrían haber legitimado las acciones que llevaban a cabo. Esta modalidad también fue aplicada por la Unión Soviética para con las naciones capitalistas.
Con el fin de la Guerra Fría, este “otro” (enemigo absoluto) se disolvió. Quedando como claro ganador de la larga contienda el sistema propiciado por los Estados Unidos. La pregunta es, entonces, ¿dónde quedó significado Plutón?
Rota la proyección global, se manifiesta el foco “oscuro” en el interior del “propio cerpo”. Salen a la luz cuestiones de corrupción en las naciones democráticas, irrumpe el terrorismo como fenómeno mundial, y se intensifican los conflictos étnicos o religiosos, entre otros. Sin embargo lo que tienen en común es que el “enemigo” se manifiesta adentro. La sombra provoca escenas internas.
El petróleo -fuente de energía asociada con Plutón-, convoca como actor relevante al “mundo árabe”, -portador del combustible principal del sistema- obligando a occidente a vincularse activamente con el Islam. Asimismo enfrenta las consecuencias de las políticas de control del área realizadas, dando lugar a situaciones como la guerra del Golfo (contra un ex -aliado: Saddam Hussein) y a los atentados del 11 de septiembre, adjudicados a Bin Laden (hijo de un magnate petrolero, entrenado por la CIA).
En un momento de giro, si Saturno se cristaliza encerrando a Plutón, éste estalla, rompiendo la forma que lo contenía. En un nivel simbólico, ésta es la imagen que todos presenciamos. La dirección es bastante clara: es un atentado contra los pilares del sistema.
Si consideramos al Talibán como la encarnación del “mal” ¿No estamos repitiendo un patrón habitual de proyección de Plutón, que implica negar nuestra parte en el proceso, con el consiguiente riesgo de realimentar un circuito de dolor? Con este mecanismo se anula la identidad del otro polo y se evita considerar qué relación pueda tener con las propias acciones, sin ver la trama vincular que los une. La proyección es un enmascaramiento e implica desconocer al otro real. De esta forma no es posible la repolarización. Por lo tanto, es inevitable reflexionar seriamente en “qué representan” quienes llevaron a cabo el atentado.
Asimismo vemos cómo el cielo va generando escenas que enfrentan a la conciencia de la humanidad al desafío de alquimizar sus partes. De un lado vemos a Saturno en Géminis, el signo del comercio, la comunicación y el intercambio. Por el otro Plutón en Sagitario, el signo de las creencias, la religión y el sentido de la vida. La oposición Saturno-Plutón en el cielo implica que cierto nivel polarizado de encarnar ambas vibraciones desaparezca para dar lugar al encuentro con el otro polo. ¿No sería lícito interpretar como “mensaje”, que cierta rigidez en las leyes de intercambio comercial y la absolutización del poder de una creencia son polos extremos que se generan uno al otro?
El surco de respuesta arquetípica
La caída de las torres convocó diferentes reacciones. Dada su naturaleza simbólica, como emblemas de una civilización, invoca al arquetipo del padre. Es interesante observar como nuestras reacciones quedaron tomadas por los patrones de respuesta ante la caída del padre.
La primera reacción se asocia al terror -fruto de sentirse vulnerable- al constatar que el lugar que nos garantizaba firmeza desaparece. La fantasía que se nos dibuja en el inconsciente es que Saturno, la autoridad, tiene que ser sólida y permanente. Observemos la cantidad de veces que necesitamos ver la escena, como si costara aceptar que semejantes íconos pudieran caer tan súbitamente. En las películas se recurría a los marcianos, a una fuerza extraterrestre o a una catástrofe natural, para poder poner en peligro a las torres de New York. No había otra fuerza menor capaz de hacerlo. Ante este polo ¿qué respuesta se propone? La población teme y pide represión, “castigo ejemplar”.
La segunda, vinculada a la pulsión de destrucción del orden imperante, contiene un anhelo de liberación infinita -llevado al extremo implica la muerte de toda forma civilizatoria posible ya que esta inevitablemente necesita limitar y normativizar la circulación de la energía personal-. Remite a quienes sentimos a la figura del padre como opresor e inhibidor de procesos. Desde este patrón el atentado es percibido como un momento de liberación de un orden obsoleto y tiránico. Prima una sensación de vitalidad, y consiguientemente, aparece la ilusión de que “el orden ahora cambiará”.
Nuestras formas de responder y pensar acerca del tema tienden a quedar tomadas por estos surcos arquetípicos de respuesta, los cuales organizan y fijan nuestras emociones e ideas. Tomados por un polo u otro argumentamos, y perdemos perspectiva. Los primeros en su afán de poner límite a lo destructivo corren el riesgo de encarnar el deseo de muerte (Plutón) y los segundos en su ímpetu liberador, el de arrobarse el rol de jueces de la civilización (Saturno). En tanto quedamos apegados a las reacciones habituales, no habilitamos la posibilidad de encontrar nuevos caminos, que nos permitan vislumbrar una salida para no caer en “la culpa es de los otros” -la habitual proyección que pone a salvo la identidad- o la que dice “hay que transformarlo todo, nada sirve” -donde nos transformamos en rígidos inquisidores y destructores-.
¿Será que en la repetición está la posibilidad de agotar los surcos y habilitar así otra respuesta? ¿Podremos sostener la tensión -y el miedo que nos genera abandonar el recorrido habitual- siendo capaces de quedarnos en ambivalencia entre éstos, y así generar el espacio que convoca lo creativo?
Las dificultades de Saturno-Plutón
Reflexionemos acerca de nuestra forma de encarnar a Plutón. En primer lugar, debido a su naturaleza transpersonal es muy difícil de procesar. Su función de liberación de energía contenida en la forma es un atentado al “yo”, de ahí que nuestro registro de ella sea aterrador y dramático, por lo que tendemos a proyectarla.
Ponemos el absoluto en un único “lugar” que se convierte en “todo”, concentrando todo el poder. Puede ser un Dios, o una idea. Basados en esta representación del absoluto, las comunidades organizan toda la circulación de su energía. Esta modalidad permitió generar cohesión dentro de la aldea, y pacificar las pulsiones tanáticas dentro de ella. El “absoluto” se apropia así de los cuerpos y los destinos de los individuos que quedan subsumidos a ser parte de él. Matamos y morimos por él. Para sostener esta cohesión se constituyen las normas, las “Tablas de la ley” conformando un principio de autoridad (Saturno) tiránico y rígido, que determina el lugar de cada individuo dentro de la comunidad. Aquello que se oponga debe ser destruido ya que de lo contrario se pone en riesgo la instancia que nos protege de quedar librados al caos y de la liberación de las pulsiones internas contenida. Entonces esta energía destructiva se canaliza en dirección al potencial enemigo.
Quedamos protegidos por nuestro Dios, o nuestras creencias, que nos auguran el triunfo y nos vengan del “enemigo”. Hemos creado así dioses que usan su “poder divino” para destruir a otros pueblos y que, por ejemplo, envían “las 7 plagas a Egipto” o invocan a matar a los infieles. Con Plutón en Sagitario, ciertos niveles de las “creencias absolutizantes” deben transformarse, a la vez que éstas están máximamente expandidas. Es por ello que tanto la “guerra santa” como la “justicia infinita” aparecen denominando al conflicto desatado (es elocuente recordar que las naciones árabes cuestionaron esta designación ya que es un atributo que sólo Alá puede disponer). De esta manera dejan al descubierto las fuertes justificaciones morales que ambas partes esgrimen y que de alguna manera profundizan.
Esta modalidad de concentración en un absoluto, propia del monoteísmo, y su correlación entre concentración y poder generan este circulo de dolor. Posiblemente nuestro aprendizaje con la energía plutoniana consista en habilitar caminos de circulación de la energía donde lo “plural” no se contraponga con la noción de potencia. Nuestro desafío sería tolerar más disenso, y capacidad para sostener tensiones y disidencias internas.
Reflexionemos, asimismo, acerca de nuestra forma de construir Saturno. Psicológicamente, esta construcción responde a la Luna, entendida como vulnerabilidad, necesidad de seguridad, principio de pertenencia y protección. Si el patrimonio de nuestra sensibilidad queda capturado por la Luna, se reduce a los “míos”, los “nuestros”; la sensibilidad es excluyente, no resuena con la humanidad como totalidad. En consecuencia el principio de autoridad que devendrá consistirá en imponer lo “mío” sobre lo de “ustedes”; en síntesis: nuestros principios sobre los de los otros.
Observemos esto en el plano personal. Saturno tiene que ver con nuestros mandatos, modelos, la construcción de la realidad, lo que tiene que ser “así” y no puede ser de otra manera, es nuestra ley. Si identificamos este personaje en nosotros, yo les pregunto honestamente ¿nos es fácil cuestionar y transformar nuestro criterio de realidad? ¿Los modelos de cómo deben ser y organizarse las cosas? ¿Podemos derrumbar nuestros mandatos con tanta facilidad? Generalmente nos tiene que ocurrir una hecatombe y recién cuando estalló la catástrofe lo intentamos.
Se evidencia lo difícil que es para los seres humanos transformar a Saturno, ya que nuestra necesidad de estabilidad psíquica nos hace presuponer que todo va a continuar según una lógica y leyes ya previstas. Pretendemos mantener las formas estables, las cuales nos dan tranquilidad y seguridad. Por lo que tanto el grado de transformación al que accedemos, como el margen para poder cuestionarlo, son mínimos. Quedamos atrapados en el mismo lugar para sostener la misma forma, encapsulados, poniéndole límite al dolor que ésta nos causa y al dolor que infringimos reproduciéndola, inmunizados. Esta especie de insensibilización a lo sombrío de Plutón hace que también necesitemos un gran nivel de muerte para volver a sentir el dolor que reactive el proceso hacia la transformación.
Fijémonos cómo lo que para nosotros es principio de realidad -Saturno- es, siempre en cierto sentido una “ficción” o mejor dicho, un imaginario. La ley es una construcción humana, un acuerdo colectivo que decidimos respetar. Esta es nuestra “representación” de Saturno, la forma en que conseguimos encarnar esta vibración, por lo tanto, susceptible de ser cambiada. En la Era de Acuario, donde la realidad cambia tan vertiginosamente, donde no podemos proyectar una imagen a 30 años y la expectativa de vida es cada vez mayor ¿Podemos seguir sosteniéndonos con modelos que duren toda la vida? En esta medida se está “atentando” contra formas rígidas de estructuración psíquica. Estas hacen muy difícil el procesamiento de energía transpersonal, ya que restringen el nivel de disidencia que somos capaces de soportar, y en consecuencia, dificultan el sintonizarnos con procesos colectivos o globales.
El aprendizaje tal vez consista en gestar un Saturno más flexible -lo cual implica también modificar las pautas emocionales que nos brindan seguridad-. El trabajo consistirá en enfrentarnos y atravesar el “nudo” de temor-proyección-autoridad que nos constituye. Este “nudo” determina nuestros umbrales de tolerancia. Desenmarañarlo, y desmontar el juego de fantasía-realidad de la proyección de Plutón que en función de este se genera, posibilitaría entonces otros caudales vibratorios de energía, otros recorridos de la líbido. La oposición que estamos viviendo es un anticipo a un tema que va a ser necesario profundizar cuando ingrese Plutón en Capricornio. Tenemos que estar atentos y acompañar este movimiento. Formamos parte de él.
El cielo en el momento actual
Observemos este “momento” dentro de un contexto planetario más amplio. En primer lugar, se encuentra Neptuno en Acuario. Esta energía nos lleva a experimentar “sentirnos partes interdependientes” de una red. Neptuno en Acuario propone “sensibilidad con el diferente”. Abrirnos al que es distinto a nosotros, al que nombro como raro e insólito. Amplificar la sensibilidad de red, sintiéndonos partes interconectadas de una totalidad mayor. Propone una mutación, un salto en el inconsciente colectivo. Luego encontramos a Urano en Acuario. Estamos sembrando la semilla de un mundo futuro, que nadie puede imaginar siquiera. El mundo como una red electrónica (Internet, la revolución tecnológica…).
Simultáneamente Plutón se encuentra en Sagitario. El signo que define los principios, los ideales, las creencias religiosas, políticas y/o filosóficas. Concretamente, las formas con que damos cuenta del sentido profundo de la vida. El movimiento energético comienza a mostrar no sólo la sombra de estos sistemas de creencias sino también su potencialidad. Es un momento donde pueden recrudecer las ideologías y las creencias -religiosas o no- extremándolas. Los excesos de la expansión capitalista, los fundamentalismos se constituyen en emergentes de este proceso de conciencia. ¿Qué nos propone este tránsito? Poner en cuestión las creencias básicas que organizan nuestro sentido del mundo como los criterios de lo bueno y lo malo, los valores éticos, y asimismo nuestros patrones culturales. Ver entonces lo oscuro y destructivo de estas creencias para liberar la energía allí contenida, y transformarnos para habilitar un nivel sagitariano más incluyente.
En suma, la combinación de estas influencias, nos confronta a un mundo en red que muta vertiginosamente. Los humanos, experimentándonos como partes interdependientes de una trama global que nos impone destruir las creencias que nos aíslan. En los hechos se encarna en el proceso que se ha llamado “globalización”. Esto conlleva a transformar las creencias particulares de las “partes” que tienen que morir para integrarse a lo “global”. Cuestionar nuestras ideologías políticas o religiosas es necesario para regenerar las formas sagitarianas que hemos construido.
Para comprender un “momento de fase 9-Sagitario” es imprescindible remontarnos a como se ha resuelto la fase 8 -Plutón en Escorpio-. Con ese tránsito cayó el muro de Berlín, lo que fue leído como un triunfo del capitalismo. ¿Fue ésta la alquimia profunda entre el “héroe y el dragón”; -en la cual la humanidad recicla su forma de utilizar el poder y sus fuerzas transformadoras- y en la que ambos polos deben fusionarse en una unidad que los sintetice? Lo que queda excluido de esa síntesis toma las formas de terrorismo, pobreza, desnutrición, catástrofes climáticas. Si ha quedado “karma no resuelto” lo seguiremos arrastrando. La caída de este “otro muro”, símbolo de la cultura triunfante, nos abre un tiempo que tal vez habilite resignificar este complejo proceso.
Es en esta perspectiva que el atentado que estamos analizando cobra una extraordinaria preponderancia pues es un antecedente fundamental para habilitar procesos de conciencia de la humanidad que puedan acompañar más integradamente este futuro.
En el año 2008 entrará Plutón en Capricornio -fase 10-. Este ingreso abre un proceso de 15 años en los cuales se presentará como temática la transformación de los modos de gobierno, y de la autoridad del planeta. El gran desafío será desarrollar la capacidad de gobernarnos con sistemas que encuentren más espacio para la diversidad, las diferencias.
Es interesante recordar que con la última entrada de Plutón en Capricornio, EE UU se independizó, dando nacimiento al nuevo orden, la nueva forma de autoridad: la democracia. A este hecho siguió -con Plutón en Acuario-, la Revolución Francesa que inició la caída del “viejo sistema”.
De estas semillas, cuando en el 2.010/1 entre Urano en Aries se empezará a ver cómo germina el mundo futuro. Conjuntamente, Neptuno ingresará en Piscis instando a resonar con una humanidad incluyente, y disolver las polarizaciones culturales.
Recordemos que los planetas transpersonales, a los que estamos haciendo mención para concebir este proceso han sido descubiertos en los últimos 200 años -Plutón hace sólo 70-, lo cual pone de manifiesto que, como humanidad, nos encontramos dando los primeros pasos en el aprendizaje conciente de responder a vibraciones de un orden colectivo y planetario. Estos nos desafían a un salto de conciencia por demás complejo para nuestro psiquismo, y trascendente como civilización.
¿Y entonces?
Considero que lo más rico que aporta una mirada astrológica para ver éstos procesos consiste en que nos permite alinearnos, encontrar un centro y un eje para acompañar el movimiento planetario. La posibilidad de gestar una alquimia va ligada a la necesidad de desapegarnos del surco arquetípico de la memoria, de no quedar tomados por la respuesta habitual.
Creo que lo más impactante de la escena del atentado fue que todo el planeta asistió al fenómeno de ver cómo símbolos de poder de la civilización se caían en pedacitos inusitadamente. El inconsciente de la humanidad observó cómo era derribado un símbolo “indestructible”, cómo cayó lo que parecía que no podría ser destruido.
No puedo evitar hacer mención a la carta de la Torre, en el Tarot, en la que un “rayo del cielo” enviado por Dios, rompe la torre (símbolo de la personalidad) y los humanos caen. Este arcano representa el alma encerrada en la personalidad.
Es significativo registrar que este tipo de escenas -si respetamos el poder de las imágenes simbólicas- resuenan muy potentemente. El derrumbe de estos íconos empieza a operar dentro de todos. Vía imagen, ingresó en el inconsciente de la humanidad. La conciencia va a tardar un tiempo en procesarlo. Toda la humanidad asistió sincrónicamente a ver la caída del Tótem de una civilización.
Hemos asistido a un “ritual colectivo”. Démosle tiempo.