por Fran Stella
Después de seis meses, llegamos al punto opuesto de donde comenzó esta serie de reflexiones sobre la Luna Llena. Proceso que mes a mes nos invita a reflexionar sobre los movimientos en el cielo recordando la importancia de excluir información para hacer foco, para transformar la vastedad inabarcable en un recorte que nos permita sentir, en este caso, una relación en movimiento que articula todo el tiempo el principio vital e irradiante solar con el principio interiorizante y reflectivo lunar. Una relación compleja en donde lo que es de la tierra exclusivamente se acerca y se aleja de lo que es de todo el sistema solar.
Hace seis meses decíamos que esta lunación pone de relieve la relación entre lo que está viviendo, Tauro, y lo que está muriendo, Escorpio. La fuente de energía vital va echando raíces, amasando su propia materia, volviéndose cada vez más densa a medida que el proceso del año se manifiesta y echa luz en en los lugares más recónditos de nuestro ser para que observemos, mangueras adentro, los rincones adentro nuestro estancados, tumefactos, marchitos. Lugares donde se proyecta la sombra de nuestro modo de estar vivos, de hacer cuerpo, de generar recursos. Lugares enquistados que probablemente causan dolor.
Entre tanto bombardeo de imágenes que prometen la pureza y la elevación, juntar coraje para encarnar a Narciso y contemplar embelezadxs nuestro reflejo en agua estancada es un desafío. Encierra un peligro innombrable: escuchar un eco que no nos confirme en quién creemos ser o, peor aún, enterarnos de que lo estancado es también nuestro más preciado tesoro. ¿Qué imagen nos devuelve el espejo negro de putrefacción: la de Frodo o la de Gollum?
Soltar por soltar por soltar en una cultura que cultiva lo descartable es un mantra sin raíces que nos lleva lejos de la invitación taurina a entregarnos al lento proceso de la materia encendida. ¿Cómo se sueltan las cosas sin antes habernos empachado? O sin haber investigado, porque duele, que lx tóxicx no está afuera sino enquistado en nuestra propia panza. Tan tóxico era que fuimos recubriéndolo con reflujos hasta transformarlo en una perla, nuestro precioso tesoro tornasolado que, si tenemos suerte, veremos destellar en esta noche de Luna Llena.
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